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APALABRADOS

NARRACIÓN ORAL

Todos podemos contar historias. Todos tenemos algo que queremos compartir. Yo los veo a ustedes, en especial los lunes, cuando quieren contarles las novedades con pelos y señales a sus amigos: qué hicieron, dónde fueron, qué les pasó,qué NO les pasó (Buaaaa),qué quedó pendiente para el próximo fin de semana. ¡Son narradores!

Un amigo mío,narrador y poeta para más datos, Roberto Moscoloni, cuenta historias por ahí. Y su oficio lo ha llevado a encuentros internacionales de narradores. Le pedí permiso para subir al blog alguno de sus trabajos. Me autorizó, y me hizo la salvedad de que, con la emoción y los nervios del momento, en medio de la historia se deslizó un error: confundió la nacionalidad del poeta chileno Pablo Neruda (se le escapó "uruguayo").Como dicen en la tele: "El vivo tiene sus riesgos". Los invito a conocer la historia de La Chumi.¡A mí me encantan las historias de amor!  Que la disfruten.

Nora

Teseo y el Minotauro


Pablo Picasso
Collage, 1933
MOMA, New York



Atenas debía enviar un tributo al rey Minos de Creta, que consistía en el sacrificio de siete doncellas y siete jóvenes, que serían devorados por el monstruo Minotauro, y que fue una condición impuesta tras la expedición militar de Minos contra Atenas para vengar la muerte de Androgeo.
Teseo se presentó voluntariamente en el tercer envío ante su padre para que le permitiera ser parte de la ofrenda y le dejara acompañar a las víctimas para poder enfrentar al Minotauro.
Las naves en las que iban a viajar las personas ofrendadas llevaba velas negras como señal de luto, pero el rey pidió a Teseo que si regresaba vencedor, no olvidase cambiarlas por velas blancas, para que supiera, aún antes de que llegase a puerto, que estaba vivo. Teseo se lo prometió.
Al llegar a Creta, la princesa Ariadna se enamoró de él y propuso a Teseo ayudarle a derrotar a su hermano (el Minotauro) a cambio de que se la llevara con él de vuelta a Atenas y la convirtiera en su esposa. Teseo aceptó.
La ayuda de Ariadna consistió en dar a Teseo un ovillo de hilo que éste ató por uno de los extremos a la puerta del laberinto. Así Teseo entró en el laberinto hasta encontrarse con el Minotauro, al que dio muerte . A continuación recogió el hilo y así pudo salir del laberinto e inmediatamente, acompañado por el resto de atenienses y por Ariadna, embarcó de vuelta a Atenas, tras hundir los barcos cretenses para impedir una posible persecución.
Durante el viaje de vuelta Teseo decidió desembarcar en la isla de Naxos y de allí volvió a partir sin Ariadna.
Al divisar la galera desde el puerto de El Pireo en Atenas, el rey Egeo vio las velas negras puesto que Teseo había olvidado cambiarlas por velas blancas y, creyendo que su hijo había muerto, se ahogó en el mar, que a partir de entonces recibió el nombre de mar Egeo.
Teseo, a partir de entonces, heredó el trono de Atenas y años después se casaría con una hermana de Ariadna llamada Fedra.

PRIMER AÑO ESCRIBE CUENTOS

 

En esta ocasión, la actividad consiste en continuar una historia a partir de un comienzo creado por mí. El que sigue es el comienzo y luego van los textos escritos por los chicos.

Alí Albubaba era un mago que disfrutaba tramando bromas pesadas o inventando extraños encantamientos.

 Cada mañana se levantaba muy temprano,desayunaba frugalmente y luego se dirigía sin perder tiempo a su laboratorio, donde se ejercitaba en las artes de la magia y la hechicería.

Sus vecinos no confiaban en él porque imaginaban que siempre estaba tramando algo que podía perjudicarlos. No se equivocaban...

Algunas de las historias que escribieron los chicos:

 Ese sábado por la mañana, casi todos los vecinos de la cuadra fueron despertados por un extraño ruido que llegaba de afuera. Al principio pensaron que se trataba de lluvia pero, luego se dieron cuenta de que no sonaba como siempre.

El señor Kite fue el primero en salir a la calle. Su boca quedó totalmente abierta cuando miró al cielo y vio una gran nube que parecía de consistencia muy esponjosa. De ella caían gruesas y espesas gotas verdes. Cada una de ellas teñía por completo de este mismo color cada cosa que tocaba.

El hombre se quedó meditando por unos segundos en cómo sacar provecho de esa extraña situación. A cada problema que Alí Albubaba ocasionaba, el señor Kite buscaba qué podía venderles a sus vecinos.

Sacó un par de paraguas de su armario y empezó a gritar:

- ¡Paraguas! ¡Compren sus paraguas!.

Quienes todavía no se habían animado a salir de abajo de sus frazadas esta vez lo hicieron, sobresaltados por los gritos.

Todos se quedaron parados frente a sus puertas, algunos sorprendidos, otros indignados y otros simplemente resignados a otra de las bromas pesadas de Alí Albubaba.

El señor Hutton fue el más enojado de todos. Las densas gotas verdes habían arruinado su auto de última generación.

- ¡Esto ya es demasiado!- gritó.

El joven abogado llamó a todos sus vecinos a una junta en su casa. Allí decidirían qué hacer.

Todos gritaban, uno encima del otro. Al señor Hutton le costó mucho poner orden y, cuando finalmente lo logró, algo lo interrumpió:

- Yo puedo ayudarlos.

Todos dirigieron su vista a la puerta, pero tuvieron que bajar un poco más para ver al gatito que era propiedad del mago burlón .

- Así es, puedo hablar. Alí lo logró con uno de sus hechizos- les dijo el felino a los sorprendidos vecinos.

- ¿Y cómo vas a ayudarnos?- preguntó una mujer.

- Simple. Tantos años en la casa del señor Albubaba me han dado un montón de conocimientos sobre magia y hechicería.

- ¿Por qué querés ayudarnos?- preguntó otro señor.

- Alí está tan ocupado en sus hechizos que no tiene tiempo para mí. Con esta fórmula anti-maldad que debemos preparar, ¡todos nos beneficiamos!.

El argumento parecía convincente. El gato le dio una lista de ingredientes al abogado y este los trajo rápidamente.

Luego de preparar la poción, el pequeño gatito les dijo que todo quedaba en sus manos. Todos se fueron a dormir contentos.

Al otro día, cuando salieron de sus hogares vieron salir de aquella otra casa a un Alí Albubaba diferente.

La pócima había funcionado. Ahora su vecino sabría comportarse y ya no habría más bromas.

Agustina, de 1°3° TM

 

 

LA FALLA IMPREVISTA

No se equivocaban porque él estaba creando una bebida que produciría picazón en la lengua durante una semana.

Sin embargo, cuando lo intentó, algo salió mal y los efectos fueron directamente a él, produciendo terribles ruidos que se oían desde la calle.

En ese momento, los vecinos se preguntaban qué habría pasado con Alí. Pero nadie hizo nada.

Luego de una hora, un hombre fue a investigar. Cuando entró a la casa del mago, vio a un sujeto irreconocible, porque estaba muy hinchado y colorado.

El vecino, al verlo, salió para llamar a la policía. Cuando volvió a la casa, Albubaba no estaba; pero había un rastro de sangre, el cual siguió muy asustado.

Al ver que el camino lo llevaba nuevamente a la sala, se desesperó mucho. Cuando estaba a punto de rendirse,encontró al brujo sin vida.

De tanto miedo que tuvo,el pobre hombre se murió de un paro cardíaco.

                                                          ¿Fin?

Tomás y Thiago de 1°3°TM

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 TODO CAMBIA EN LA VIDA

 

Un día, Alí Albubaba hizo un experimento y explotó su laboratorio. Se lastimó mucho, salió de su casa lleno de sangre. La gente, al verlo así , llamó a la ambulancia. Lo internaron y le hicieron una cirugía plástica .

Cuando llegó a su casa , subió a su alcoba y, como la mucama entró allí sin permiso, él se enojó y terminó despidiéndola .

Al pasar el tiempo , él se estaba recuperando. Bajó a su laboratorio para ver qué le había salido mal en su pócima. De repente se tropezó con una caja de cosas viejas y ahí encontró el elemento que le faltaba para su encantamiento.

Al otro día tocaron su puerta. Era una chica que buscaba trabajo. La aceptó más que nada porque ella le gustaba.

_ ¿Cómo te llamás? - dijo Alí

_ Me llamo Jazmín, señor.

_ Ah, qué bueno , bueno te dejo seguir trabajanado.

Jazmín estaba limpiando la biblioteca. Mientras pasaba el trapo con el que limpiaba, tocó un libro y se abrió una puerta. Ella entró y vio el laboratorio.

Alí oyó un ruido y bajó. Jazmin se escondió porque creía que si la veía ahí la iba a echar.Se equivocaba.

El brujo la encontró , pero no se enojó para nada... ¡Al contrario!

Un rato después le dio una rosa a Jazmin. Le agradeció y se empezaron aconocer. Pasaron tres años y se casaron. Tuvieron cuatro hijitos: dos gemelos y dos gemelas llamados : Alexander , Ivan , Charlotte y Morena. Y vivieron felices por siempre.

Fabiana y Julio, de 1°3° TM

Nota de Nora: Chicos, parece que están viendo mucho a Tinelli (por la elección de los nombres de los hijitos de Jazmín y Alí, digo.¡Jajaja!).

 

 

Alí Alone

 No se equivocaban. Al contrario, estaban en lo cierto, Alí estaba planeando una broma más, la más terrible de todas. Él planeaba rociar a todo el pueblo con el gas de la risa, que había intentado tiempo atrás.

En su choza medieval,  comenzó a preparar la máquina rociadora. La receta del gas contenía:un ojo de rana, las cenizas de un dragón, las baba de dos caracoles y la sustancia X.

Una vez que introdujo todos estos ingredientes en la caldera, puso el fuego al máximo y se fue al patio trasero a cosechar choclos rosas y zanahorias rellenas de dulce de leche.

Al regresar a su hogar, la poción ya estaba lista para ponerla en la máquina.

La probó rociando al gato.  El animal comenzó a reír y poco a poco desapareció.

Albubaba hizo un par de modificaciones en la máquina para que funcionara como debía.

Luego, muy emocionado, corrió a probar nuevamente su gran broma, pero esta vez lo hizo rociando a todo el pueblo con el gas de la risa.

Al hacerlo, la gente reaccionó igual que el gato, todos comenzaron a reír y luego desaparecieron dejando a Alí solo en el pueblo.

Cuando llegaron las fiestas, el mago se sentía muy solo y deseaba que toda la gente regresara. Esa misma noche, a las 00:00 se cumplió su deseo y todos reaparecieron mágicamente, pero nadie quiso hablarle.

Ese día, Alí comprendió que no hay que hacerle al otro lo que no te gustaría que te hagan.

 

Brenda y Rocío

1°3° TM

 

LA NOCHE DE LOS LÁPICES

LA NOCHE DE LOS LÁPICES

NO OLVIDEMOS

 

BREVE HISTORIA DEL TEATRO

Hola a todos. Como les prometí, acá están los videítos. Espero que les resulten tan claros y simpáticos como a mí. Véanlos, tomen nota y los comentaremos en el Taller de Expresión y Comunicación.

¡Prepárense! El taller de Teatro se viene con todo.

Nora Guiño

FELIZ DÍA DEL MAESTRO

"Educar a un niño no es hacerle aprender algo que no sabía, sino hacer de él alguien que no existía"


CONCURSO DE CUENTOS PARA JÓVENES

 http://www.liibook.com/concurso100cuentos.php

POR LA MEMORIA - 30 DE AGOSTO Día de la Vergüenza del Libro Argentino

Chicos, si creían que lo que leímos en "Farenheit 451",de Ray Bradbury era pura ficción, lean el artículo que sigue y confirmarán que a menudo la realidad supera la ficción.

Quema colectiva de libros en Córdoba

El Regional Patagónico del Plan Nacional de Lectura recuerda el Día de la Vergüenza del Libro Argentino que se conmemora por la quema de más de un millón y medio de libros del Centro Editor de América Latina

El 30 de agosto de 1980 la policía bonaerense quemó en un baldío de Sarandí un millón y medio de ejemplares del sello, retirados de los depósitos por orden del juez federal de La Plata, Héctor Gustavo de la Serna. Los libros ardieron durante tres días. Cabe aclarar que no fue esa la única vez que la dictadura quemó libros. El 29 de abril de 1976, Luciano Benjamín Menéndez, jefe del III Cuerpo de Ejército con asiento en Córdoba, ordenó una quema colectiva de libros, entre los que se hallaban obras de Proust, García Márquez, Cortázar, Neruda, Vargas Llosa, Saint-Exupéry, Galeano… Dijo que lo hacía “a fin de que no quede ninguna parte de estos libros, folletos, revistas… para que con este material no se siga engañando a nuestros hijos”. Y agregó: “De la misma manera que destruimos por el fuego la documentación perniciosa que afecta al intelecto y nuestra manera de ser cristiana, serán destruidos los enemigos del alma argentina”. (Diario La Opinión, 30 de abril de 1976).

 Al mismo tiempo la dictadura militar iniciaba un juicio contra Spivacow, quien antes del CEAL había sido director de EUDEBA (Editorial de la Universidad de Buenos Aires) en su época dorada y uno de los fundamentales actores de la renovación y consolidación del público lector de Argentina en las décadas del ´60 y ´70.

 La inmensa fogata se realizó ante testigos de la misma editorial y se sacaron fotos para dejar constancia de que "los libros no habían sido robados sino quemados".

No fue un caso único: se habían quemado también las existencias de la editorial de la Fundación Constancio C. Vigil de Rosario, que no estaba vinculada con Editorial Atlántida y que había realizado una formidable obra de difusión cultural y educación popular en todo el Litoral. Se había allanado y clausurado Siglo XXI Argentina y encarcelando a sus directivos. Se habían volado librerías con explosivos. Habían desaparecido editores, como Alberto Burchinon, Roberto Santoro, Carlos Pérez, Héctor Fernández, y una decena de empleados y colaboradores de editoriales, sin contar poetas y redactores.

 La represión no sólo afectó a las empresas productoras y distribuidoras de libros sospechados de "subversión" sino que se materializó en desapariciones y asesinatos de las personas que significaran una "amenaza" para el proyecto dictatorial, quienes debieron enfrentar los embates de la represión estatal, convencida de la necesidad de "depurar" la cultura argentina.

 

¿PARTICIPAMOS CON NUESTRA VOZ?

Chicos, llegó esta convocatoria. Creo que podríamos participar. En cuanto tenga novedades les cuento.
La "Caminata por la Lectura. Leer despierta la voz" es un recorrido que invita a la comunidad toda a caminar a cielo abierto como resultado de una convocatoria realizada a través de múltiples acciones de lectura comunitaria.

Es una fiesta para compartir en este caminar, textos en voz alta, entrega de libros, carteles incentivadores de la lectura, y todo tipo de expresiones artísticas y regionales que apoyen la difusión oral del libro, con la comunidad y su gente como protagonistas.

Convoca y promueve el Plan Provincial de Lectura de la Pcia. de Chubut bajo la dirección y gran impulso de la Dra. Silvia Contín.

FESTIVAL INTERNACIONAL DE CUENTACUENTOS

NO SE CULPE A NADIE, Julio Cortázar

 El frío complica siempre las cosas, en verano se está tan cerca del mundo, tan piel contra piel, pero ahora a las seis y media su mujer lo espera en una tienda para elegir un regalo de casamiento, ya es tarde y se da cuenta de que hace fresco, hay que ponerse el pulóver azul, cualquier cosa que vaya bien con el traje gris, el otoño es un ponerse y sacarse pulóveres, irse encerrando, alejando. Sin ganas silba un tango mientras se aparta de la ventana abierta, busca el pulóver en el armario y empieza a ponérselo delante del espejo. No es fácil, a lo mejor por culpa de la camisa que se adhiere a la lana del pulóver, pero le cuesta hacer pasar el brazo, poco a poco va avanzando la mano hasta que al fin asoma un dedo fuera del puño de lana azul, pero a la luz del atardecer el dedo tiene un aire como de arrugado y metido para adentro, con una uña negra terminada en punta. De un tirón se arranca la manga del pulóver y se mira la mano como si no fuese suya, pero ahora que está fuera del pulóver se ve que es su mano de siempre y él la deja caer al extremo del brazo flojo y se le ocurre que lo mejor será meter el otro brazo en la otra manga a ver si así resulta más sencillo. Parecería que no lo es porque apenas la lana del pulóver se ha pegado otra vez a la tela de la camisa, la falta de costumbre de empezar por la otra manga dificulta todavía más la operación, y aunque se ha puesto a silbar de nuevo para distraerse siente que la mano avanza apenas y que sin alguna maniobra complementaria no conseguir hacerla llegar nunca a la salida. Mejor todo al mismo tiempo, agachar la cabeza para calzarla a la altura del cuello del pulóver a la vez que mete el brazo libre en la otra manga enderezándola y tirando simultáneamente con los dos brazos y el cuello. En la repentina penumbra azul que lo envuelve parece absurdo seguir silbando, empieza a sentir como un calor en la cara aunque parte de la cabeza ya debería estar afuera, pero la frente y toda la cara siguen cubiertas y las manos andan apenas por la mitad de las mangas. por más que tira nada sale afuera y ahora se le ocurre pensar que a lo mejor se ha equivocado en esa especie de cólera irónica con que reanudó la tarea, y que ha hecho la tontería de meter la cabeza en una de las mangas y una mano en el cuello del pulóver. Si fuese así su mano tendría que salir fácilmente pero aunque tira con todas sus fuerzas no logra hacer avanzar ninguna de las dos manos aunque en cambio parecería que la cabeza está a punto de abrirse paso porque la lana azul le aprieta ahora con una fuerza casi irritante la nariz y la boca, lo sofoca más de lo que hubiera podido imaginarse, obligándolo a respirar profundamente mientras la lana se va humedeciendo contra la boca, probablemente desteñirá y le manchará la cara de azul. Por suerte en ese mismo momento su mano derecha asoma al aire al frío de afuera, por lo menos ya hay una afuera aunque la otra siga apresada en la manga, quizá era cierto que su mano derecha estaba metida en el cuello del pulóver por eso lo que él creía el cuello le está apretando de esa manera la cara sofocándolo cada vez más, y en cambio la mano ha podido salir fácilmente. De todos modos y para estar seguro lo único que puede hacer es seguir abriéndose paso respirando a fondo y dejando escapar el aire poco a poco, aunque sea absurdo porque nada le impide respirar perfectamente salvo que el aire que traga está mezclado con pelusas de lana del cuello o de la manga del pulóver, y además hay el gusto del pulóver, ese gusto azul de la lana que le debe estar manchando la cara ahora que la humedad del aliento se mezcla cada vez más con la lana, y aunque no puede verlo porque si abre los ojos las pestañas tropiezan dolorosamente con la lana, está seguro de que el azul le va envolviendo la boca mojada, los agujeros de la nariz, le gana las mejillas, y todo eso lo va llenando de ansiedad y quisiera terminar de ponerse de una vez el pulóver sin contar que debe ser tarde y su mujer estar impacientándose en la puerta de la tienda. Se dice que lo más sensato es concentrar la atención en su mano derecha, porque esa mano por fuera del pulóver está en contacto con el aire fr¡o de la habitación es como un anuncio de que ya falta poco y además puede ayudarlo, ir subiendo por la espalda hasta aferrar el borde inferior del pulóver con ese movimiento clásico que ayuda a ponerse cualquier pulóver tirando enérgicamente hacia abajo. Lo malo es que aunque la mano palpa la espalda buscando el borde de lana, parecería que el pulóver ha quedado completamente arrollado cerca del cuello y lo único que encuentra la mano es la camisa cada vez más arrugada y hasta salida en parte del pantalón, y de poco sirve traer la mano y querer tirar de la delantera del pulóver porque sobre el pecho no se siente más que la camisa, el pulóver debe haber pasado apenas por los hombros y estará ahi arrollado y tenso como si él tuviera los hombros demasiado anchos para ese pulóver lo que en definitiva prueba que realmente se ha equivocado y ha metido una mano en el cuello y la otra en una manga, con lo cual la distancia que va del cuello a una de las mangas es exactamente la mitad de la que va de una manga a otra, y eso explica que él tenga la cabeza un poco ladeada a la izquierda, del lado donde la mano sigue prisionera en la manga, si es la manga, y que en cambio su mano derecha que ya está afuera se mueva con toda libertad en el aire aunque no consiga hacer bajar el pulóver que sigue como arrollado en lo alto de su cuerpo. Irónicamente se le ocurre que si hubiera una silla cerca podría descansar y respirar mejor hasta ponerse del todo el pulóver, pero ha perdido la orientación después de haber girado tantas veces con esa especie de gimnasia eufórica que inicia siempre la colocación de una prenda de ropa y que tiene algo de paso de baile disimulado, que nadie puede reprochar porque responde a una finalidad utilitaria y no a culpables tendencias coreográficas. En el fondo la verdadera solución sería sacarse el pulóver puesto que no ha podido ponérselo, y comprobar la entrada correcta de cada mano en las mangas y de la cabeza en el cuello, pero la mano derecha desordenadamente sigue yendo y viniendo como si ya fuera ridículo renunciar a esa altura de las cosas, y en algún momento hasta obedece y sube a la altura de la cabeza y tira hacia arriba sin que él comprenda a tiempo que el pulóver se le ha pegado en la cara con esa gomosidad húmeda del aliento mezclado con el azul de la lana, y cuando la mano tira hacia arriba es un dolor como si le desgarraran las orejas y quisieran arrancarle las pestañas. Entonces más despacio, entonces hay que utilizar la mano metida en la manga izquierda, si es la manga y no el cuello, y para eso con la mano derecha ayudar a la mano izquierda para que pueda avanzar por la manga o retroceder y zafarse, aunque es casi imposible coordinar los movimientos de las dos manos, como si la mano izqulerda fuese una rata metida en una jaula y desde afuera otra rata quisiera ayudarla a escaparse, a menos que en vez de ayudarla la esté mordiendo porque de golpe le duele la mano prisionera y a la vez la otra mano se hinca con todas sus fuerzas en eso que debe ser su mano y que le duele, le duele a tal punto que renuncia a quitarse el pulóver, prefiere intentar un último esfuerzo para sacar la cabeza fuera del cuello y la rata izquierda fuera de la jaula y lo intenta luchando con todo el cuerpo, echándose hacia adelante y hacia atrás, girando en medio de la habitación, si es que está en el medio porque ahora alcanza a pensar que la ventana ha quedado abierta y que es peligroso seguir girando a ciegas, prefiere detenerse aunque su mano derecha siga yendo y viniendo sin ocuparse del pulóver, áunque su mano izquierda le duela cada vez más como si tuviera los dedos mordidos o quemados, y sin embargo esa mano le obedece, contrayendo poco a poco los dedos lacerados alcanza a aferrar a través de la manga el borde del pulóver arrollado en el hombro, tira hacia abajo casi sin fuerza, le duele demasiado y haría falta que la mano derecha ayudara en vez de trepar o bajar inútilmente por las piernas en vez de pellizcarle el muslo como lo está haciendo, arañándolo y pellizcándolo a través de la ropa sin que pueda impedírselo porque toda su voluntad acaba en la mano izquierda, quizá ha caído de rodillas y se siente como colgado de la mano izquierda que tira una vez más del pulóver y de golpe es el frío en las cejas y en la frente, en los ojos, absurdamente no quiere abrir los ojos pero sabe que ha salido fuera, esa materia fria, esa delicia es el aire libre, y no quiere abrir los ojos y espera un segundo, dos segundos, se deja vivir en un tiempo frío y diferente, el tiempo de fuera del pulóver, está de rodillas y es hermoso estar así hasta que poco a poco agradecidamente entreabre los ojos libres de la baba azul de la lana de adentro, entreabre los ojos y ve las cinco uñas negras suspendidas apuntando a sus ojos, vibrando en el aire antes de saltar contra sus ojos, y tiene el tiempo de bajar los párpados y echarse atrás cubriéndose con la mano izquierda que es su mano, que es todo lo que le queda para que lo defienda desde dentro de la manga, para que tire hacia arriba el cuello del pulóver y la baba azul le envuelva otra vez la cara mientras se endereza para huir a otra parte, para llegar por fin a alguna parte sin mano y sin pulóver, donde solamente haya un aire fragoroso que lo envuelva y lo acompañe y lo acaricie y doce pisos.

 

A CONTINUACIÓN, UN VIDEO REALIZADO A PARTIR DEL TEXTO DE CORTÁZAR

¿POR QUÉ NO PROBÁS CON UN LIBRO?

UNA HISTORIA DE AMOR PARA EL FIN DE SEMANA

Hola a todos. Este video va porque sí, para nada,para conmoverse. Que lo disfruten. Hasta el lunes.

Nora

 

 

LA INTRUSA

2 Reyes, i, 26.

Dicen (lo cual es improbable) que la historia fue referida por Eduardo, el menor de los Nelson, en el velorio de Cristián, el mayor, que falleció de muerte natural, hacia mil ochocientos noventa y tantos, en el partido de Morón. Lo cierto es que alguien la oyó de alguien, en el decurso de esa larga noche perdida, entre mate y mate, y la repitió a Santiago Dabove, por quien la supe. Años después, volvieron a contármela en Turdera, donde había acontecido. La segunda versión, algo más prolija, confirmaba en suma la de Santiago, con las pequeñas variaciones y divergencias que son del caso. La escribo ahora porque en ella se cifra, si no me engaño, un breve y trágico cristal de la índole de los orilleros antiguos. Lo haré con probidad, pero ya preveo que cederé a la tentación literaria de acentuar o agregar algún pormenor.
En Turdera los llamaban los Nilsen. El párroco me dijo que su predecesor recordaba, no sin sorpresa, haber visto en la casa de esa gente una gastada Biblia de tapas negras, con caracteres góticos; en las últimas páginas entrevió nombres y fechas manuscritas. Era el único libro que había en la casa. La azarosa crónica de los Nilsen, perdida como todo se perderá. El caserón, que ya no existe, era de ladrillo sin revocar; desde el zaguán se divisaban un patio de baldosa colorada y otro de tierra. Pocos, por lo demás, entraron ahí; los Nilsen defendían su soledad. En las habitaciones desmanteladas durmieron en catres; sus lujos eran el caballo, el apero, la daga de hoja corta, el atuendo rumboso de los sábados y el alcohol pendenciero. Sé que eran altos, de melena rojiza. Dinamarca o Irlanda, de las que nunca oirían hablar, andaban por la sangre de esos dos criollos. El barrio los temía a los Colorados; no es imposible que debieran alguna muerte. Hombro a hombro pelearon una vez a la policía. Se dice que el menor tuvo un altercado con Juan Iberra, en el que no llevó la peor parte, lo cual, según los entendidos, es mucho. Fueron troperos, cuarteadores, cuatreros y alguna vez tahúres. Tenían fama de avaros, salvo cuando la bebida y el juego los volvían generosos. De sus deudos nada se sabe ni de dónde vinieron. Eran dueños de una carreta y una yunta de bueyes.
Físicamente diferían del compadraje que dio su apodo forajido a la Costa Brava. Esto, y lo que ignoramos, ayuda a comprender lo unidos que fueron. Malquistarse con uno era contar con dos enemigos.
Los Nilsen eran calaveras, pero sus episodios amorosos habían sido hasta entonces de zaguán o de casa mala. No faltaron, pues, comentarios cuando Cristián llevó a vivir con Juliana Burgos. Es verdad que ganaba así una sirvienta, pero no es menos cierto que la colmó de horrendas baratijas y que la lucía en las fiestas. En las pobres fiestas de conventillo, donde la quebrada y el corte estaban prohibidos y donde se bailaba, todavía, con mucha luz. Juliana era de tez morena y de ojos rasgados, bastaba que alguien la mirara para que se sonriera. En un barrio modesto, donde el trabajo y el descuido gastan a las mujeres, no era mal parecida.
Eduardo los acompañaba al principio. Después emprendió un viaje a Arrecifes por no sé que negocio; a su vuelta llevó a la casa una muchacha, que había levantado por el camino, y a los pocos días la echó. Se hizo más hosco; se emborrachaba solo en el almacén y no se daba con nadie. Estaba enamorado de la mujer de Cristián. El barrio, que tal vez lo supo antes que él, previó con alevosa alegría la rivalidad latente de los hermanos.
Una noche, al volver tarde de la esquina, Eduardo vio el oscuro de Cristián atado al palenque. En el patio, el mayor estaba esperándolo con sus mejores pilchas. La mujer iba y venía con el mate en la mano. Cristián le dijo a Eduardo:
—Yo me voy a una farra en lo de Farías. Ahí la tenés a la Juliana; si la querés, úsala.
El tono era entre mandón y cordial. Eduardo se quedó un tiempo mirándolo; no sabía qué hacer, Cristián se levantó, se despidió de Eduardo, no de Juliana, que era una cosa, montó a caballo y se fue al trote, sin apuro.
Desde aquella noche la compartieron. Nadie sabrá los pormenores de esa sórdida unión, que ultrajaba las decencias del arrabal. El arreglo anduvo bien por unas semanas, pero no podía durar. Entre ellos, los hermanos no pronunciaban el nombre de Juliana, ni siquiera para llamarla, pero buscaban, y encontraban, razones para no estar de acuerdo. Discutían la venta de unos cueros, pero lo que discutían era otra cosa. Cristián solía alzar la voz y Eduardo callaba. Sin saberlo, estaban celándose. En el duro suburbio, un hombre no decía, ni se decía, que una mujer pudiera importarle, más allá del deseo y la posesión, pero los dos estaban enamorados. Esto, de algún modo, los humillaba.
Una tarde, en la plaza de Lomas , Eduardo se cruzó con Juan Iberra, que lo felicitó por ese primor que se había agenciado. Fue entonces, creo, que Eduardo lo injurió. Nadie, delante de él, iba a hacer burla de Cristián.
La mujer atendía a los dos con sumisión bestial; pero no podía ocultar alguna preferencia por el menor, que no había rechazado la participación, pero que no la había dispuesto.
Un día, le mandaron a la Juliana que sacara dos sillas al primer patio y que no apareciera por ahí, porque tenían que hablar. Ella esperaba un dialogo largo y se acostó a dormir la siesta, pero al rato la recordaron. Le hicieron llenar una bolsa con todo lo que tenia, sin olvidar el rosario de vidrio y la crucecita que le había dejado su madre. Sin explicarle nada la subieron a la carreta y emprendieron un silencioso y tedioso viaje. Había llovido; los caminos estaban muy pesados y serian las cinco de la mañana cuando llegaron a Morón. Ahí la vendieron a la patrona del prostíbulo. El trato ya estaba hecho; Cristián cobró la suma y la dividió después con el otro.
En Turdera, los Nilsen, perdidos hasta entonces en la maraña (que también era una rutina) de aquel monstruoso amor, quisieron reanudar su antigua vida de hombres entre hombres. Volvieron a las trucadas, al reñidero, a las juergas casuales. Acaso, alguna vez, se creyeron salvados, pero solían incurrir, cada cual por su lado, en injustificadas o harto justificadas ausencias. Poco antes de fin de año el menor dijo que tenía que hacer en la Capital. Cristian se fue a Morón; en el palenque de la casa que sabemos reconoció al overo de Eduardo. Entró; adentro estaba el otro, esperando turno. Parece que Cristián le dijo:
—De seguir así, los vamos a cansar a los pingos. Más vale que la tengamos a mano.
Habló con la patrona, sacó unas monedas del tirador y se la llevaron. La Juliana iba con Cristián; Eduardo espoleó al overo para no verlos.
Volvieron a lo que ya se ha dicho. La infame solución había fracasado; los dos habían cedido a la tentación de hacer trampa. Caín andaba por ahí, pero el cariño entre los Nilsen era muy grande —¡quién sabe que rigores y qué peligros habían compartido!— y prefirieron desahogar su exasperación con ajenos. Con un desconocido, con los perros, con la Juliana, que había traído la discordia.
El mes de marzo estaba por concluir y el calor no cejaba. Un domingo (los domingos la gente suele recogerse temprano) Eduardo, que volvía del almacén, vio que Cristián uncía los bueyes. Cristian le dijo:
—Veni; tenemos que dejar unos cueros en lo del Pardo; ya los cargue, aprovechemos la fresca.
El comercio del Pardo quedaba, creo, más al Sur; tomaron por el Camino de las Tropas; después, por un desvío. El campo iba agrandándose con la noche.
Orillaron un pajonal; Cristián tiró el cigarro que había encendido y dijo sin apuro:
—A trabajar, hermano. Después nos ayudaran los caranchos. Hoy la maté. Que se quede aquí con sus pilchas. Ya no hará mas perjuicios.
Se abrazaron, casi llorando. Ahora los ataba otro vinculo: la mujer tristemente sacrificada y la obligación de olvidarla.


Jorge Luis Borges

(El informe de Brodie, 1970)

Chicos, luego de trabajar con este cuento leeremos "Prueba de Amor", de Roberto Arlt. Pueden encontrarla en  germanjusto.files.wordpress.com/2010/06/prueba-de-amor-arlt.pdf

LLEGARÁN SUAVES LLUVIAS

Después de haber trabajado mucho con la literatura fantástica, le llegó la hora a la ciencia ficción. ¿Qué mejor que disfrutar de un corto realizado a partir de un texto del gran Ray Bradbury?

Y AHORA, VEAMOS EL CUENTO QUE DISPARÓ EL CORTO:

Llegarán suaves lluvias

Ray Bradbury

En la sala, la voz del reloj dijo ¡Tic-tac, siete en punto, hora de levantarse, hora de levantarse, siete en punto! como si temiera que nadie lo hiciera. La casa matutina permaneció vacía. El reloj siguió sonando, repitiendo y repitiendo sus sonidos en el vacío. ¡siete nueve, hora del desayuno, siete nueve!

En la cocina, la estufa para el desayuno dio un suspiro silbante y lanzó de su tibio interior ocho rebanadas de pan perfectamente tostado, ocho huevos fritos con la yema intacta, dieciséis rebanadas de tocino, dos cafés y dos vasos con leche fría.

"Hoy es agosto 4, 2026", dijo una segunda voz proveniente del techo de la cocina, "en la ciudad de Allendale, California". Repitió la fecha tres veces para ayudar a la memoria. "Hoy es el cumpleaños del señor Featherstone. Hoy es el aniversario de boda de Tilita. Es momento de pagar el seguro, así como las cuentas del agua, el gas y la electricidad"

En alguna parte de los muros, los reveladores trabajaron, loas cintas de memoria se deslizaron bajo ojos eléctricos.

¡Ocho uno, tic-tac, ocho uno exactamente, hora de salir a la escuela, hora de salir al trabajo, corran, corran, ocho uno! Pero no hubo puertas que se cerraran ni los tapetes sintieron el suave paso de las suelas de goma. Afuera llovía. La caja de clima de la puerta principal cantó suavemente: "Lluvia, lluvia, salgan; gabardinas para hoy...". Y la lluvia golpeó sobre la casa vacía, produciendo ecos.

Afuera, el garaje emitió sonidos y levantó su puerta para dejar ver el automóvil que esperaba. Después de una larga espera la puerta bajó de nuevo.

A las ocho treinta, los huevos se habían resecado y el pan tostado parecía de piedra. Una espátula de aluminio los raspó echándolos en el fregadero, en donde agua caliente los hizo pasar por una garganta metálica que los digirió y mandó por las tuberías al  mar distante. Los trastos sucios se colocaron en una lavadora caliente y surgieron brillantes y secos.

Nueve quince -cantó el reloj- hora de limpiar.

De sus madrigueras en la pared, pequeños ratones robot salieron disparados. Los cuartos se llenaron de actividad con los pequeños animales de limpieza, todos goma y metal. Se topaban con las sillas, haciendo girar sus terminales con mostachos, amasando el pelo de la alfombra, sorbiendo suavemente el polvo oculto. Después, como invasores misteriosos, regresaron a sus escondrijos. Sus ojos eléctricos color rosa se apagaron. La casa estaba limpia.

Diez en punto.

El sol salió después de la lluvia. La casa permaneció sola en una ciudad de ruinas y cenizas. Era la única casa en pie. Por la noche, la ciudad en ruinas despedía un brillo radioactivo que podía verse a millas de distancia.

Diez quince.

El sistema de riego del jardín empezó a funcionar formando fuentes doradas que llenaron el suave aire matutino con trozos de brillo. El agua golpeó el cristal de las ventanas, escurriendo por el descascarado lado oeste en donde la casa había quedado quemada y totalmente desprovista de sus pintura blanca. Toda la cara oeste de la casa se veía negra, excepto en cinco lugares. Ahí la silueta en pintura de un hombre que podaba el césped. Allá, como en una fotografía, una mujer inclinada para cortar flores. Un poco más lejos, sus imágenes quemadas sobre la madera en un instante titánico, un niño pequeño, con las manos abiertas al aire; un poco más arriba, la imagen de una pelota al vuelo, y frente al niño una niña, con la manos levantadas para recibir una pelota que nunca llegó.

Los cinco puntos de pintura: el hombre, la mujer, los niños, la pelota quedaban. El resto era una delgada capa carbonizada.

La suave lluvia del riego llenó el jardín con una luz descendente.

Hasta este día, qué bien que se había conservado la casa. Con cuánto cuidado había preguntado "¿Quién está ahí?", "¿Cuál es la clave de acceso?" y, al no obtener respuesta de los solitarios zorros y plañideros gatos, había cerrado sus ventanas y bajado los postigos con una preocupación de solterona por la autoprotección, que rayaba en paranoia mecánica.

La casa temblaba con cualquier sonido. Si un gorrión rozaba una ventana, el postigo se activaba. El ave, asustada, ¡se alejaba! No, ¡ni siquiera un ave debe tocar la casa!

La casa era un altar con diez mil servidores, grandes, pequeños, serviciales, atentos, en coros. Pero los dioses se habían ido y el ritual de la religión continuaba sin sentido ni utilidad.

Mediodía

Un perro aulló suavemente, temblando, en la galería frontal. La puerta del frente reconoció la voz del perro y se abrió. El perro, alguna vez enorme y gordo, pero ahora en los huesos y cubierto de llagas, entró y recorrió la casa, dejando un rastro de lodo. Detrás de él se movieron los ratones enojados, enojados por tener que levantar el lodo, enojados por la molestia.

Porque ni un fragmento de hoja se colaba bajo la puerta, sino cuando los paneles de los muros se abrían y entonces las ratas con cepillos de metal rápidamente lo sacaban. El polvo, pelo o papel ofensor, atrapado en diminutas fauces de acero, se llevaba rápido a las madrigueras. De ahí iba de bajada por tuberías que desembocaban en el sótano, para arrojarlo a la ventanita abierta de un incinerador sentado como un Baal maligno en un oscuro rincón.

El perro corrió escaleras abajo, aullando histéricamente frente a cada puerta, dándose cuenta al fin, al mismo tiempo que la casa, que sólo había silencio.

Olfateó el aire y arañó la puerta de la cocina. Detrás de la puerta, la estufa estaba haciendo panqueques que llenaban la casa con un rico olor a horneado y con el aroma de la miel de maple.

El perro echaba espuma por la boca, tirado frente a la puerta, olfateando, con los ojos transformados en ascuas. Corrió ciegamente en círculos, mordiéndose la cola, cayó en una especie de frenesí y murió. Quedó tirado en la sala durante una hora.

Dos en punto, cantó una voz.

Detectando delicadamente la descomposición, por fin, los regimientos de ratones salieron con tanta suavidad como hojas grises llevadas por un viento eléctrico.

Dos quince.

El perro había desaparecido.

En el sótano, el incinerador brilló de pronto y en un remolino de chispas salió por la chimenea.

Dos treinta y cinco.

Surgieron mesa de bridge de las paredes del patio. Revolotearon los naipes cayendo en cascada. Se manifestaron Martinis sobre una banca de roble, acompañados por emparedados de ensalada y huevo. Se escuchó música.

Pero las mesas estaban en silencio y los naipes sin tocar.

A las cuatro en punto las mesas se doblaron como grandes mariposas regresando a través de los paneles de las paredes.

Cuatro treinta.

Brillaron las paredes del cuarto de los niños.

Tomaron forma los animales: jirafas amarillas, leones azules, antílopes color de rosa, panteras lila haciendo cabriolas en una sustancia cristalina. Las paredes eran de cristal. Daban hacia el color y la fantasía. Filmes ocultos entraron en funcionamiento a través de engranajes bien aceitados y las paredes cobraron vida. El piso del cuarto de los niños estaba tejido para parecer una pradera sembrada con cereales. ¡Sobre esto corrieron cucarachas de aluminio y grillos de hierro, y en el caliente aire inmóvil, mariposas de delicada tela roja se balancearon en un fuerte aroma de huellas animales! Se escuchaba un sonido semejante a una gran colmena amarilla dentro de un oscuro fuelle, el perezoso sonido de un león que ronroneaba. Y el golpeteo de patas de okapí y el murmullo de fresca lluvia selvática, al igual que el de otros cascos, sobre el pasto seco del verano. Ahora las paredes se disolvieron hacia distancias cubiertas por diversas hierbas, milla a milla, y hacia un cálido celaje infinito. Los animales se alejaron hacia zarzales y abrevaderos.

Era la hora de los niños.

Cinco en punto.

El baño se llenó con clara agua caliente.

Seis, siete, ocho en punto.

Los platos de la cena manipulados como si fueran trucos de magia y en el estudio un clic. En el atril metálico frente al hogar, en el que ahora brillaba cálidamente el fuego, surgió un habano, con media pulgada de suave ceniza gris, humeando, en espera.

Nueve en punto.

Las camas calentaron sus circuitos ocultos porque aquí las noches eran frías.

Nueve cinco.

Una voz habló desde el techo del estudio.

"Señora McClellan, ¿qué poema le gustaría esta noche?"

La casa estaba silenciosa.

La voz dijo por ultimo: "Ya que usted no expresa preferencia, seleccionaré un poema al azar". Surgió suave música como fondo para la voz. "Sara Teasdale. Según recuerdo, su favorita...

Llegarán suaves lluvias y el aroma de la tierra,
y golondrinas volando en círculos con suave aleteo;
Y ranas en los estanques cantarán por la noche,
y los ciruelos silvestres de trémulo blanco.
Los petirrojos vestirán su emplumada llama,
cantando sus antojos sobre una baja alambrada.
Y nadie sabrá de la guerra, nadie
se preocupará al final cuando haya concluido.
A nadie le importará, ni a ave ni a árbol,
si la humanidad pereció por completo;
Y la Primavera misma, cuando despierte al amanecer
apenas se dará cuenta de que desaparecieron".

El fuego ardió en el hogar de piedra y el habano cayó formando un montículo de ceniza inmóvil sobre el cenicero. Las sillas vacías se enfrentaron unas a otras entre los muros silenciosos y la música continuó.

A las diez en punto la casa empezó a morir.

El viento sopló. Una rama de árbol penetró al caer a través de la ventana de la cocina. Solvente de limpieza, embotellado, salpicó la estufa. ¡El cuarto quedó en llamas en un instante! "¡Fuego!" grito una voz. Las luces de la casa destellaron, las bombas de agua lanzaron agua desde el techo, pero el solvente se extendió sobre el linóleum, lamiendo, devorando bajo la puerta de la cocina mientras las voces se transformaron en coro: "¡Fuego, fuego, fuego!"

La casa intentó salvarse a sí misma. Las puertas cerraron herméticamente, pero el calor rompió las ventanas y el viento sopló y avivó el fuego. La casa perdió terreno conforme el fuego, en 10 millones de furiosas chispas, se desplazó con flameante facilidad de un cuarto a otro y subió las escaleras. Mientras, escurridizas ratas de agua salieron chillando de los muros, lanzaron su agua a lo lejos y salieron a conseguir más. Y el rocío de los muros dejó caer regaderas de lluvia mecánica.

Pero era demasiado tarde. Con un suspiro, una bomba se detuvo. La lluvia extinguidora cesó. El suministro de reserva de agua que había proporcionado baños y lavado trastos durante muchos tranquilos días se había terminado.

El fuego crepitó subiendo las escaleras. Se alimentó con Picassos y Matisses en las salas superiores, como si fueran bocados exquisitos, horneando la carne aceitosa, transformando con ternura los lienzos en crujientes trozos negros.

¡Ahora el fuego se posó en las camas, estuvo en las ventanas, cambió el color de las cortinas!

Y entonces llegaron refuerzos.

Surgiendo de las trampas del ático, ciegos rostros robot vieron hacia abajo con las bocas de grifo dejando caer químicos verdes.

El fuego retrocedió, como incluso un elefante debe hacerlo al ver una serpiente muerta. Ahora había veinte serpientes desplazándose por el suelo, exterminando el fuego con un claro veneno frío de espuma verde.

Pero el fuego era inteligente. Había enviado flamas fuera de la casa, hacia arriba, atravesando el ático hasta llegar a las bombas que ahí estaban. ¡Una explosión! El cerebro del ático que controlaba las bombas se despedazó en una metralla de bronce que cayó sobre las vigas.

El fuego se apresuró a entrar a cada armario y se apoderó de las ropas ahí colgadas.

La casa se estremeció, hueso de nogal sobre hueso; su esqueleto desnudo retorciéndose por el calor, su alambre, sus nervios revelados como si un cirujano hubiera arrancado la piel para dejar las venas y capilares rojos en el aire rojo escaldado. ¡Ayuda, ayuda! ¡Fuego! ¡Corran, corran! El fuego destrozó los espejos como si fueran el primer frágil hielo invernal y las voces plañeron fuego, fuego, corran, corran, como una trágica rima infantil, una docena de voces, agudas, graves, como niños muriendo en un bosque, solos, solos. Y las voces apagándose conforme los cables perdieron sus cubiertas como si fueran castañas calientes, dos, tres, cuatro, cinco voces murieron.

En el cuarto de los niños la selva tropical ardió. Los leones azules rugieron, las jirafas púrpura saltaron. Las panteras corrieron en círculos, cambiando de color, y diez millones de animales, corriendo frente al fuego, desaparecieron hacia un distante río hirviente...

Diez voces más murieron. En el último instante, bajo la avalancha de fuego, otros coros, sin darse cuenta, podían escucharse dando la hora, ejecutando música, cortando el césped a control remoto o colocando frenéticamente una sombrilla, y en el brusco abrir y cerrar de la puerta del frente sucediendo mil cosas, como una relojería cuando cada reloj suena la hora de manera insana antes o después del otro, una escena de confusión maníaca y sin embargo de unidad. ¡Cantando, gritando, unos cuantos últimos ratones de limpieza se enfrentaban con bravura a la tarea de llevar las horribles cenizas lejos! Y una voz, con sublime despreocupación por la situación, leía poesía en voz alta en el feroz estudio, hasta que se quemaron todos los carretes de película, hasta que todos los alambres se marchitaron y los circuitos se agrietaron.

El fuego hizo explotar la casa y la dejo caer, arrojando oleadas de chispa y humo.

En la cocina, un instante antes de la lluvia de fuego y madera, se podía ver la estufa preparando desayunos a una velocidad sicopática, diez docenas de huevos, seis hogazas de pan tostado, veinte docenas de tiras de tocino, los cuales, consumidos por el fuego, hicieron que la estufa trabajara otra vez ¡silbando histéricamente!

Colapso. El ático cayó sobre la cocina y la sala. La sala en el desván, el desván en el subdesván. El congelador, la mecedora, las cintas de película, los circuitos, las camas, todos como esqueletos arrojados en un profundo túmulo acumulado.

Humo y silencio. Una gran cantidad de humo.

El amanecer apareció débilmente al este. Entre las ruinas, un muro permaneció solo. Dentro del muro, una última voz dijo, una y otra vez, incluso cuando el sol se levantó para iluminar las ruinas y el vapor:

"Hoy es agosto 5, 2026; hoy es agosto 5, 2026, hoy es..."

CUIDEMOS NUESTRA LENGUA

Hoy tuvimos oportunidad de realizar la corrección grupal de las narraciones que escribieron los chicos de primero.

Los errores que más se repitieron:

EnfadadoUso incorrecto de los tiempos verbales.

EnfadadoIncoherencia en la secuencia narrativa.

EnfadadoRepetición de palabras.

EnfadadoFalta de signos de puntuación y de entonación.

EnfadadoOrtografía descuidada.

De todos modos, muchas historias resultaron interesantes. Seguiremos intentándolo. Ya lo saben: soy insistente.

DEL AMOR Y OTROS DEMONIOS

Chicos, ahora que comenzamos la lectura de la novela, subo este avance de la película para que vayan tomándole el gustito. Sé que el libro de García Márquez les va a resultar delicioso. ¡Que lo disfruten!
Pueden aprovechar y ver también la peli, pero la verdad es que el libro es mucho mejor.

Nora

CUENTO POLICIAL BREVE PARA TARDE GRIS DE DOMINGO

 

Cuentos Policiales que leeremos en todo el trimestreRumbo a la tienda donde trabajaba como vendedor, un joven pasaba todos los días por delante de una casa en cuyo balcón una mujer bellísima leía un libro. La mujer jamás le dedicó una mirada. Cierta vez el joven oyó en la tienda a dos clientes que hablaban de aquella mujer. Decían que vivía sola, que era muy rica y que guardaba grandes sumas de dinero en su casa, aparte de las joyas y de la platería. Una noche el joven, armado de ganzúa y de una linterna sorda, se introdujo sigilosamente en la casa de la mujer. La mujer despertó, empezó a gritar y el joven se vio en la penosa necesidad de matarla. Huyó sin haber podido robar ni un alfiler, pero con el consuelo de que la policía no descubriría al autor del crimen. A la mañana siguiente, al entrar en la tienda, la policía lo detuvo. Azorado por la increíble sagacidad policial, confesó todo. Después se enteraría de que la mujer llevaba un diario íntimo en el que había escrito que el joven vendedor de la tienda de la esquina, buen mozo y de ojos verdes, era su amante y que esa noche la visitaría.

Marco Denevi

FELIZ DÍA DE LA PATRIA

TODOS SOMOS LA PATRIA. ¡FELIZ DÍA A TODOS LOS ARGENTINOS!

NO SÉ SI REÍR O LLORAR

Y VOS...¿QUÉ OPINÁS?