CUENTO DE HORROR
La señora Smithson (estas cosas siempre suceden en Londres) resolvió matar a su marido. No por nada, sino porque -simplemente- estaba harta de él. Se lo dijo:
- Thaddeus, voy a matarte.
-Bromeas, Euphemia - se rió el marido.
-¿Cuándo he bromeado yo?
-Nunca, es verdad.
-¿Por qué habría de hacerlo ahora y en un asunto de tanta importancia?
-¿Y cómo me matarás?
-Todavía no lo sé. Quizás poniéndote todos los días una pizca de arsénico en las comidas. Quizás aflojando una pieza en el motor del automóvil. O te haré rodar por la escalera, aprovecharé cuando estés dormido para destrozarte el cráneo con un candelabro de plata maciza, conectaré a la bañera un cable de la electricidad. No, todavía no lo sé.
El señor Smithson perdió el sueño y el apetito, se enfermó de los nervios y se le alteraron las facultades mentales. Seis meses después falleció.
Euphemia Smithson le agradeció a Dios haberla librado de ser una asesina.
Marco Denevi
0 comentarios