El Vizconde Medardo de Terralba marcha a la guerra, pero en su primer enfrentamiento es alcanzado por el cañón de los turcos, la bala le da en pleno pecho y lo parte en dos porque "entusiasta e inexperto, no sabía que a los cañones hay que acercarse sólo de lado o por la parte de la culata. Y él saltó frente a la boca de fuego, con la espada desenvainada, y pensaba que les metería miedo". Al terminar la batalla sólo encuentran la mitad derecha de Medardo, la muy mala, y así lo regresan a su casa:
Le faltaba un brazo y una pierna, y no sólo eso, sino que todo el tórax y abdomen entre el brazo y la pierna había desaparecido (...). De la cabeza quedaban un ojo, una oreja, una mejilla, media nariz, media boca, media barbilla y media frente; la otra mitad de la cabeza era pura papilla.
La lucha desde que el mundo es mundo entre el bien y el mal, lucha que tal vez también llevamos dentro de nosotros, nos llega a través de esta historia narrada por el sobrino del protagonista, un narrador-personaje testigo de todo lo acontecido.La ballesta del vizconde disparaba desde hacía tiempo sólo a las golondrinas, y de manera que no las mataba, sino sólo las hería y tullía. Pero ahora empezaban a verse en el cielo golondrinas con las patitas vendadas y atadas a tablillas, o con las alas pegadas con esparadrapo; había toda una bandada de golondrinas así compuestas que volaban con prudencia todas juntas, como convalecientes de un hospital pajaril, e inverosímilmente se decía que el propio Medardo era el doctor.
"Cada encuentro de dos seres en el mundo es un desgarrarse", dice la parte mala del vizconde a Pamela, la mujer de quien se ha enamorado...
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