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APALABRADOS

EL REALISMO

  MARCO HISTÓRICO

   Las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del XX estuvieron marcadas en nuestro país por un fenómeno que influyó en el terreno político, social y económico: la inmigración.

   La economía argentina por esos años se sustentó en la explotación ganadera y agrícola cuyos beneficios usufructuaba la clase dominante poseedora del patrimonio de las tierras. Por otro lado, también crecían la actividad industrial y la explotación del petróleo y las minas. Además, mientras se extendían las redes ferroviarias, se invertían fuertes sumas de dinero en construcciones tales como edificios oficiales, puentes y diques; a esta época corresponde la construcción del puerto de Buenos Aires.

   En este cuadro de situación hubo un elemento que movilizó a los dos extremos de la sociedad: el afán de riqueza y prestigio social. El inmigrante había venido a América atraído por la abundancia que lo esperaba. En nuestro país, pronto logró prosperidad económica y se conformó un sólido grupo criollo-inmigratorio que puso en alerta a la élite aristocrática. La reacción se  tradujo en una postura antipopular. La clase dominante prefirió marcar abruptamente las diferencias que la separaban de los sectores populares y creó un círculo cerrado defendiendo afanosamente sus intereses, llevando una vida de ostentaciones y lujo, remarcando su "criollismo", distinguiéndose como hijos del país y dueños de la patria. Esta conciencia de superioridad generó en el extranjero el deseo de ocupar ese mismo lugar de privilegio. Así ambos polos pugnaron por obtener réditos financieros y se esforzaron por pertenecer o seguir perteneciendo a la élite aristocrática. Una profunda crisis moral invadió entonces los espíritus que no midieron prejuicios ni escrúpulos en su afán de riqueza. La línea política de la aristocracia se tornó conservadora y absolutista desde Roca hasta Figueroa Alcorta.

   En el plano económico se otorgaron créditos bancarios -muchos de los cuales fueron un medio de especulación. El abuso de este sistema, el crecimiento de las importaciones sobre las exportaciones y la emisión de moneda sin respaldo produjeron una gran crisis financiera en 1889 que provocó numerosa cantidad de quiebras durante el gobierno de Juárez Celman. La devaluación monetaria no solo había afectado a la clase dominante sino también al sector popular -criollos e inmigrantes- que padecía una doble explotación económica y social

   Por eso, las clases obreras se organizaron en sindicatos y propiciaron huelgas contra el régimen oficial; surgieron agrupaciones políticas de corte popular que exigían su derecho de participar en las decisiones del país. En 1890 con el apoyo militar y del pueblo estalló la revolución que promovió la renuncia de Juárez Celman.

   En cuanto al panorama literario, las preferencias del público se volcaron hacia las novelas de corte realista y hacia el teatro. Con la estética del Realismo y del Naturalismo, la literatura se encargaba de reflejar los cambios operados en la época.

   El Realismo fue un movimiento que surgió hacia la segunda mitad del siglo XIX en Francia, acompañando la transformación de la sociedad europea para la cual la corriente romántica ya no respondía a sus necesidades. De este modo, el Realismo significó una reacción contra el Romanticismo, aunque algunos de sus caracteres se preservaron: el uso del habla popular, los elementos costumbristas y el gusto por las escenas populares.

El Realismo en el teatro

   Como queda dicho, los dramaturgos de principios del siglo XX plantearon en sus obras problemas de actualidad, que las convirtieron en testimonios de una sociedad y una época.

  Nace así el teatro costumbrista, cuyos personajes parecen arrancados de la vida misma, con sus formas idiomáticas características, fuertemente delineados en ellos vicios y virtudes, no tanto de índole personal, sino más bien como consecuencia de la influencia del medio ambiente sobre el individuo. El teatro deja de ser, pues, mero entretenimiento, para convertirse en una forma de exponer ideas políticas, de denunciar lacras sociales o, menos pretenciosamente, de "fotografiar" a los representantes de una clase social; pasa a ser "teatro de asunto".

El escepticismo vital de Gregorio de Laferrère

    Observador fino y burlón de las manías y vicios de la clase media, Laferrère adopta una actitud tolerante con ellos y, revistiéndolos de un ropaje satírico, los convierte en un espectáculo teatral, sin pretender que de su pintura realista de costumbres surja el menor efecto aleccionador.

El drama de las familias venidas a menos

     En la sociedad porteña de principios de siglo, tenían plena vigencia los convencionalismos sociales. En cierto nivel, el padre era el único sostén del hogar. Si éste llegaba a faltar, salvo en el caso de que se heredara una fortuna, se producía el desastre: la familia se encontraba, de buenas a primeras, sin sus medios de vida acostumbrados, y debía hacer equilibrio para mantener las apariencias de un bienestar que pertenecía al pasado. En esa época, las mujeres de la clase media, salvo rarísimas excepciones, no trabajaban fuera de su casa. Algunas se defendían haciendo labores en su domicilio o recurriendo- como en el caso de Las de Barranco- al alquiler de alguna pieza que les sobraba.

     En esta obra de Laferrère aparece el matiz del utilitarismo pragmático, cínico, que linda con lo inmoral, propio de la clase burguesa y que está encarnado en la figura de doña María, la madre.

Las de Barranco

Estrenada en 1908

Argumento

     Las de Barranco -doña María, la madre, y Carmen, Pepa y Manuela, las hijas- viven en gran aprieto económico por la muerte del padre, el capitán Barranco, quien les ha dejado una modesta pensión que apenas les alcanza para subsistir. Como una forma de aumentar los magros ingresos, alquilan habitaciones a dos pensionistas, a quienes doña María trata de sacar provecho por medio de pedidos que incita a hacer a sus hijas casaderas. El principal anzuelo es Carmen, para esos y otros pretendientes, cosa que mortifica a la joven, cuyo carácter prudente y conducta decorosa la enfrentan con la madre. Pero ésta, en su necesidad, la obliga a alentar las esperanzas, sin llegar a más, de dos asiduos concurrentes a la casa. Hasta que -al fin- Carmen, que se ha enamorado de Linares, uno de los inquilinos, se rebela.

 

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